En seguimiento a las últimas publicaciones de este espacio de opinión en torno a las negociaciones entre los gobiernos mexicano y estadounidense tendientes a la no imposición de aranceles comerciales por parte de la administración del presidente Donald Trump a México es que me permito compartir en la presente entrega algunas consideraciones al concepto de los aranceles.

De entrada, parto de la pregunta sobre ¿Qué es un arancel? Es pues una tarifa que un país impone sobre bienes o servicios que son objeto de importación, es decir, cuando cruzan la frontera del país que ha impuesto el tributo arancelario.

Un arancel también es un impuesto que los gobiernos establecen a las compras de productos hechos o manufacturados en otro país o a los servicios que se prestan desde otra latitud. Los aranceles se imponen principalmente para aumentar sustancialmente los ingresos de un país o bien para proteger a las industrias de la nación que lo impone de la amenaza de la competencia extranjera cuando los consumidores del país que fija las tarifas arancelarias prefieren adquirir bienes o servicios producidos o prestados en el extranjero y que estos dejen de ser “baratos”.

A esto se le conoce como “barreras arancelarias” que impiden el libre comercio entre países cuando entre estos existen acuerdos o tratados como el TLCAN que desde 1994 tiene México concertado con Estados Unidos y Canadá y que fue reconfigurado el año pasado mediante la instrumentación del TMEC.

Los aranceles tienen el riesgo de volver menos eficiente a la industria nacional, porque reducen la competencia. Además, la imposición de aranceles puede provocar la misma reacción impositiva del otro país, conduciendo a una guerra comercial entre países exportadores.

Cada vez que es fincada una barrera sobre el comercio internacional, se afecta a la oferta y a la demanda entre nación y luego esta impacta significativamente a los productores y consumidores de los países inmersos en esa lucha de tarifas. Para evitar esas disparidades es que existen los acuerdos o tratados comerciales que permiten el libre tránsito de mercancías y servicios entre países e incluso entre regiones del mundo como es la zona económica europea.

En suma, la economía mexicana respira aliviada después de este “pacto momentáneo”, ya que en los últimos meses comenzaron los síntomas de agotamiento y de haber recibido un golpe tan fuerte por parte de su mayor socio comercial habría provocado consecuencias desfavorables para el país, como empezaban a adelantar y suponer los mercados de divisas y sobre todo las rebajas de las calificadoras.

Hay que recordar que 70 por ciento de las exportaciones tienen como destino al vecino país del norte y ante las medidas que pretendía imponer el presidente Trump, varios analistas locales e internacionales alertaron que podría afectar a la economía estadounidense y por obvias razones a la mexicana, lo que generaría una eventual recesión.

En algunas semanas vendrán nuevas renegociaciones de los potenciales aranceles comerciales norteamericanos a México. Esperemos para entonces que México sea reconocido y tratado como un socio comercial de la región de Norteamérica y no como una moneda de cambio en el mercado electoral del vecino país del norte.

Categorías: Comercio Exterior

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