Los empresarios y exportadores mexicanos están todavía esperando que haya una definición respecto al rumbo que habrá de tomar la política industrial y de comercio exterior del actual gobierno. Ojalá sea pronto, pues la economía requiere señales claras en el actual momento recesivo de México y el mundo occidental, en que los países asiáticos se mantienen como los grandes impulsores de crecimiento y el desarrollo tecnológico.

Desde la campaña de AMLO hubo gran esperanza de que, después de tres décadas de renuencia de parte de los gobiernos neoliberales, habría una efectiva política industrial. El presidente López Obrador se comprometió ante los empresarios de la CONCAMIN, la CANACINTRA y otros organismos empresariales a impulsar el crecimiento de la inversión pública y de apoyo financiero para promover un crecimiento de cuando menos 4% anual en la segunda mitad de su sexenio. Se solidarizó con la propuesta que le presentó la COMCAMIN, resultado de estudios realizados por diversos grupos de economistas de la UNAM, El Colegio de México y organismos especializados en el tema, notoriamente el Instituto de Desarrollo Industrial para el Crecimiento (IDIC).

El compromiso se refrendó en el actual gobierno con motivo del centenario de la CONCAMIN. Hasta hoy, sin embargo, no se observan, ni se anuncian políticas y medidas en esa dirección. Ciertamente estamos todavía en una etapa temprana de definiciones. El proceso de formulación del Plan Nacional de Desarrollo está en marcha, incluyendo las consultas obligadas. Esperamos nos escuchen. Sin embargo, en las últimas semanas se han dado algunas señales contradictorias.

Empresarios que han visitado la Secretaría de Economía preocupados por el futuro de la industria textil y del vestido, la industria del calzado y la industria siderúrgica han salido desencajados por la renuencia de la SE para mantener niveles arancelarios suficientes y salvaguardas para contrarrestar las importaciones procedentes de China y Vietnam que tienen un importante subsidio gubernamental. Tampoco han tenido apoyo para combatir los aranceles del 15 % impuestos por Trump a las exportaciones mexicanas de productos siderúrgicos y de aluminio.

En vez de garantizar que las empresas puedan competir en un entorno de equidad, se está permitiendo la competencia desleal en territorio mexicano de productos asiáticos. Se les aconseja más bien que se acostumbren a la sobrecapacidad de producción china. Ello va en contra de las expresiones del Presidente López Obrador a favor de apoyar la sustitución competitiva de importaciones y a la industria nacional.

En contraposición me ha tocado presenciar la semana pasada en un foro organizado por COPARMEX la positiva actitud anunciada por un Director Adjunto Regional de NAFINSA de dar un giro muy esperado favorable a la promoción de financiamiento a largo plazo y capital de riesgo a las empresas mexicanas – tanto en 10 sectores manufactureros tradicionales que requieren inversiones para expandir su capacidad, mantener su competitividad, aumentar su contenido local e innovar, como en 5 sectores de avanzada tecnológica donde se observa viabilidad de realizar inversiones de empresas pequeñas, medianas y grandes. Fue música para mis oídos y los de muchos empresarios presentes, quienes durante las últimas décadas se han tenido que conformar básicamente con créditos de corto plazo y de factoraje de parte de NAFINSA.

En materia de exportaciones también pude escuchar en la Asamblea Anual del Consejo Mexicano de Comercio Exterior (COMCE) la preocupación de los empresarios mexicanos por contar con los apoyos institucionales que venían recibiendo para realizar investigación de mercados y participar en Ferias y Exposiciones internacionales –como sucede en cualquier país con los que competimos-. Esos apoyos pudieron haberse canalizado a través del Banco Nacional de Comercio Exterior, como sucedió en otros tiempos, o transferirse los recursos a la SRE, que ahora ha sido encomendada de realizar la promoción a través de sus embajadas. El problema es que los apoyos, aceptables a nivel internacional, simple y sencillamente parecen haber sido cancelados. El mensaje: tal como me observó una amiga editora de libros infantiles varias veces galardonada en la Feria del libro Infantil de Boloña: “a rascarse con sus propias uñas”, cosa que no sucede en el caso de su competencia española y colombiana.

Tengo la impresión de que a pesar de las promesas de López Obrador de apoyar la producción nacional, la sustitución eficiente de importaciones y de diversificar exportaciones, las presiones presupuestales podríaN estar conduciendo a la SHCP a frenar la puesta en marcha de una nueva política industrial y de comercio exterior, lo que socavaría las metas de crecimiento a mediano y largo plazo y resultaría trágica para la cuarta transformación. Tengo la preocupación también de que las tercas inercias neoliberales y las amenazas “trumpianas” están impidiendo que México se incorpore a las nuevas corrientes económicas y tecnológicas mundiales que explican en buena medida el éxito del modelo asiático de estado desarrollador y promotor de la innovación.

La lucha contra la corrupción y la obsesión por el equilibrio fiscal, no deben convertirse en fardos para el crecimiento de la economía y una inserción más eficaz en la globalización. La industria mexicana ha estado creciendo a tasas muy bajas en los últimos 30 años, ha frenado su expansión desde octubre pasado a pesar del crecimiento en los EUA y ahora presenta estancamiento y amenazas de pérdida de empleos. Según el IDIC, con base en cifras del INEGI, sectores representativos del 57% del PIB industrial ya se encuentran en franca desaceleración y otros representativos del 11% en estancamiento.

La tendencia es depresiva. Exige un plan compartido y una alianza público-privada de crecimiento, así como una nueva política de desarrollo productivo y tecnológico a corto, mediano y largo plazo, con mayor valor agregado nacional y el respaldo eficaz de la banca privada y una nueva banca de desarrollo. El reto es que SHCP, SE y la Oficina de Alfonso Romo en la Presidencia se pongan de acuerdo entre sí y converjan con el sector privado para tal fin.

En el momento que escribo estas líneas me entero de la instalación de un Consejo para la Promoción de la Inversión y el Crecimiento Económico. Habrá que ver en qué consiste y de qué recursos dispone. Más vale que tenga éxito. No podemos resignarnos a una nueva década perdida de desindustrialización prematura y desarrollo mediocre, desigual y dependiente.


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