Pronto llegará la decisión de Trump sobre el sector automotriz; todo apunta a que, al finalizar el 3er trimestre de 2019, los tambores de guerra comercial volverán a sonar, opina José Luis de la Cruz.

La semana pasada fue el marco propicio para dimensionar las presiones que México enfrenta por la dependencia que tiene con Estados Unidos.

El costo de encadenar la economía nacional a la evolución de la primera potencia del orbe ha sido elevado: no solo se debe considerar la postura ríspida del presidente Donald Trump sobre México, ahora también se debe agregar que la mayoría demócrata en el Congreso estadounidense ha decidido explotar ese tema para negociar con Trump.

Ambos grupos políticos tienen un solo objetivo: posicionarse ventajosamente rumbo a la elección presidencial del 2021.

En esta ocasión el Partido Demócrata no dejará que Donald Trump sea el único en obtener un beneficio político por su posición frente a México, le venderán cara la posible aprobación del T-MEC.

No se debe olvidar que una de las ofertas políticas de Trump en su primera campaña presidencial fue terminar con el TLCAN, un acuerdo que sigue vigente, aunque se encuentra herido de muerte.

Los demócratas todavía ponderan la conveniencia de mandar la aprobación del T-MEC hasta después del 2021, en su cálculo entra la posibilidad de vencer en la elección.

El nuevo capítulo de dicho ajedrez se escribió en nuestro país. Durante los últimos días México recibió la visita, por separado, de una delegación de 11 congresistas estadounidenses, la mayoría demócratas, y del Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.

Los primeros plantearon la necesidad de hacer cambios al T-MEC, un tratado que sigue sin poder ver la luz a pesar de que el proceso de negociación culminó hace un año. La razón: el Congreso de Estados Unidos lo utiliza para impedir que Donald Trump siga avanzando en la reconfiguración del comercio internacional y de los procesos de manufactura que se encuentran asociados al mismo.

No se debe olvidar que Trump obligó a Canadá y México a renegociar su relación (el T-MEC es fruto de ello) con Estados Unidos al mismo tiempo que inició una Guerra Comercial (en realidad gepolítica y geoeconómica) con China y rompió la alianza que tenía con Alemania y Francia. Gracias a ello la Organización Mundial de Comercio se encuentra en un limbo.

¿Por qué se desea abrir nuevamente la negociación del T-MEC? En realidad es para incrementar el costo de la negociación para Trump, acuerdo con México y Canadá es la moneda de cambio.

Los políticos del partido demócrata argumentan aspectos asociados al mercado laboral mexicano, bajos salarios y prestaciones, por ejemplo. Con base en ello señalan que se deben realizar modificaciones para solventar esos desequilibrios a fin de que sus trabajadores no se vean perjudicados por el T-MEC.

No se puede negar que señalan correctamente la precarización del mercado laboral, algo que sigue avanzando, como un elemento que favorece la instalación de empresas trasnacionales en México; sin embargo, no hay propuestas concretas para revertir dicho proceso.

Además, los congresistas hacen caso omiso de que México realizó, en 6 años, una nueva reforma laboral. En esta ocasión para mitigar los obstáculos que el partido demócrata le ha impuesto a la ratificación del T-MEC.

Los demócratas saben que la solución no es cuestión de leyes, sino de crecimiento económico, educación, formalización de la economía, inversión e innovación tecnológica. Todo ello de mediano plazo y que aún no se encuentra en la ruta establecida por la llamada 4T para el resto del sexenio. Por ello es claro que su argumento solo es de presión política.

Por su parte, Pompeo estuvo en el país para entablar un dialogo de alto nivel con las autoridades mexicanas respecto al avance que se tiene para restringir el paso de migrantes centroamericanos en su camino hacia Estados Unidos. La primera evaluación en los 45 días prometidos.

La perspectiva de Pompeo fue contundente: “en virtud de los avances que se han obtenido en materia migratoria, el gobierno de Estados Unidos descartó iniciar un proceso de negociación para convertir a México en tercer país seguro”.

¿Cómo interpretar lo anterior? México ha logrado reducir los flujos migratorios que llegaban a Estados Unidos a través del territorio nacional y los resultados complacen al presidente de Estados Unidos.

Gracias a ello se difumina la sombra de aranceles sobre las exportaciones mexicanas, excepto en productos a los que no se les da el mismo trato, como el acero y el tomate, en donde las autoridades mexicanas han decidido dejar que se imponga la voluntad de Estados Unidos.

Como resultado, México ganó otros 45 días de tiempo para seguir mostrando su compromiso con Estados Unidos para regular la migración. La espada de Damocles seguirá siendo los aranceles.

Lo relevante en este punto es que con ello el gobierno de Estados Unidos también pone al T-MEC en un lugar secundario: no importa lo firmado, si la migración no se contiene habrá aranceles para las exportaciones mexicanas.

Se debe recordar algo adicional, pronto llegará la decisión de Donald Trump sobre el sector automotriz. Todo apunta a que, al finalizar el tercer trimestre del 2019, los tambores de guerra comercial volverán a sonar, y México deberá prepararse para la presión que surgirá.


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