Los demócratas podrían no aprobar el pacto firmado por EU, México y Canadá en Buenos Aires pues, aseguran, esto haría que las medicinas cuesten más.
Las disputas en torno al libre comercio en América del Norte siempre giraron alrededor de temas conocidos: los bajos sueldos de los trabajadores mexicanos, el traslado de fábricas de Estados Unidos a México y los altos impuestos que cobra Canadá a la leche y el queso importados.
Pero los demócratas podrían tener otro punto conflictivo para el nuevo pacto comercial que promueve el presidente de EU, Donald Trump: los precios de las medicinas pues, dicen, el acuerdo hará que los estadounidenses paguen más por esos productos.
El pacto renegociado que propuso el presidente en reemplazo del que rigió durante 25 años a Norteamérica contiene incentivos para que las fábricas se expandan y contraten más personal en Estados Unidos, algo que sin duda les cae bien a los demócratas.
Al mismo tiempo les daría a las empresas farmacéuticas 10 años de protecciónde una competencia más barata en el campo de las drogas biológicas, hechas con células vivientes, que son muy caras.
Resguardadas de la competencia, las firmas farmacéuticas podrán cobrar precios exorbitantes, según los detractores de esa propuesta.
“Es una concesión escandalosa a Big Pharma”, reclamó la representante demócrata Rosa DeLauro, usando una expresión que alude a las grandes firmas farmacéuticas. “El gobierno les garantiza al menos 10 años de exclusividad en el mercado de la medicina biológica. Es un monopolio, una mala política”.
Las objeciones de DeLauro y de otros demócratas súbitamente adquieren mayor importancia y el discurso contra los altos costos de las medicinas ha pasado a ser uno de los gritos de batalla de los votantes de todos los sectores, incluso del propio Trump.
El nuevo acuerdo comercial norteamericano, conocido en México como el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), debe ser aprobado por las dos cámaras legislativas de la Unión Americana y los demócratas tienen ahora mayoría en la de representantes.
El legislador Earl Blumenauer, nuevo presidente de la subcomisión de Medios y Arbitrios que lidia con el comercio, declaró a AP que “realmente no creo que esto vaya a ser aprobado por mi subcomisión”.
“Las biológicas son unas de las medicinas más caras del planeta”, señaló.
El tratado conocido ahora como T-MEC, no obstante, es un tema complejo incluso para los demócratas.
El TLCAN original, que entró en vigor en 1994, acabó con la mayoría de las barreras comerciales entre los tres países. Igual que Trump, muchos demócratas dijeron que el TLCAN alentaba a las empresas estadounidenses a trasladar sus operaciones a México para aprovechar los costos más bajos, sobre todo de mano de obra, para luego exportar los productos a Estados Unidos sin tener que pagar impuestos.
Trump pidió un nuevo tratado, más favorable para Estados Unidos y sus trabajadores. Durante más de un año, su principal negociador, Robert Lighthizer, mantuvo conversaciones con Canadá y México y logró insertar medidas pensadas para satisfacer a los demócratas y el movimiento laboral. Por ejemplo, el 40 por ciento de los autos tendrá que ser fabricado en países que pagan al menos 16 dólares la hora, en otras palabras, Estados Unidos o Canadá, para no pagar impuestos.
El nuevo pacto exige asimismo a México que aliente los sindicatos independientes para que negocien mejores sueldos y condiciones de trabajo.
Los tres países firmaron el 30 de noviembre en Buenos Aires el nuevo pacto, pero el acuerdo debe ser aprobado ahora por las legislaturas de las tres naciones, por lo que mientras tanto seguirá en vigor el viejo TLCAN.
La gran interrogante ahora es si los demócratas apoyarán un acuerdo que, si bien satisface algunas de sus principales inquietudes respecto al TLCAN, le daría una victoria política a Trump. Varios dicen que todavía habría que resolver algunas cosas antes de que se lo someta a votación.
Las protecciones a las farmacéuticas es un tema aparte. Muchos demócratas las cuestionaron incluso cuando el Gobierno de Barack Obama negoció ocho años de protección para las biológicas ante la competencia de las “biosimilares”, como se denomina a copias más baratas, en un tratado entre 12 naciones de la cuenca del Pacífico.
Trump abandonó ese tratado en su primera semana en la presidencia. La poderosa industria farmacéutica, sin embargo, no se cruzó de brazos y siguió haciendo presión, hasta conseguir que se agregasen otros dos años de protecciones al T-MEC.
El Gobierno de EU y los laboratorios afirman que las empresas que fabrican biológicas necesitan beneficiarse durante cierto tiempo de sus creaciones antes de que ingresen al mercado copias más baratas. De lo contrario, tendrán menos incentivos para seguir produciendo medicinas. Sin embargo, los altos precios de las drogas están asomando como un fuerte argumento para que los demócratas se opongan al T-MEC.
En diciembre, Stanley Greenberg, estratega y encuestador demócrata, estudió las opiniones de personas que votaron por Trump sin ser republicanos en Michigan y Wisconsin. Algunas incluso habían votado por Barack Obama. Otras se describían como independientes. El tipo de votante que los demócratas esperan captar en el 2020.
Greenberg dijo que le asombró el nivel de hostilidad que expresaron hacia las empresas farmacéuticas y hacia la idea de que el pacto comercial las vaya a proteger.
El consenso fue que “Trump debía renegociar (el TLCAN) para que favoreciese a los trabajadores estadounidenses, pero esto debe ser producto de los cabilderos que operan entre bambalinas” para favorecer los intereses de ciertos sectores, señaló Greenberg, quien está casado con DeLauro.
“Los demócratas no tienen incentivo alguno para aprobar esto” en la antesala de las elecciones presidenciales del año que viene, opinó Philip Levy, del Chicago Council on Global Affairs y quien fuese economista de la Casa Blanca bajo el gobierno de George W. Bush hijo.
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