¿Qué va a hacer México en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas?

Esa interrogante causa interés y preocupación, principalmente ahora que un tema tan controversial como la confrontación entre Estados Unidos e Irán pondrá a prueba la capacidad del organismo internacional para detener conflictos.

Pero también la forma en que México manejará su relación con los Estados Unidos.

Si, puede decirse que es la quinta vez desde 1980 que México es parte del Consejo de Seguridad, como miembro no permanente, y que ha logrado sortear problemas.

Pero la Presidencia de Donald Trump no se parece a la de otros mandatarios estadounidenses; y la usualmente íntima y difícil relación bilateral es complicada más que lo habitual por temas como migración, seguridad y comercio, que de una forma u otra no sólo califican el vínculo sino afectan también las relaciones de México con Centroamérica.

La declarada intención de la “Cuarta Transformación” de revitalizar la Doctrina Estrada, desarrollar una diplomacia más asertiva y paralelamente mantener una buena relación con los Estados Unidos, no es una tarea simple.

De entrada, la crisis iraní pone otra vez sobre la mesa la preocupación de Estados Unidos por la supuesta debilidad de la frontera con México y la posibilidad de que sea usada por posibles terroristas, iraníes o sus aliados.

Un conflicto entre Estados Unidos e Irán no va a ser un choque abierto, sino una guerra asimétrica de terrorismo y contraterrorismo, inteligencia y contrainteligencia, para definir elegantemente a lo que puede ser un ciclo permanente de venganzas.

Al margen de que en términos generales los Estados Unidos consideran a México como aliado económico y político, cualesquier posición que el gobierno mexicano asuma en el Consejo puede tener un impacto: 2020 es un año electoral en EU y la polarización política doméstica puede reflejarse en sus relaciones internacionales.

La integración al Consejo de Seguridad de la ONU representa lo que el internacionalista Mauricio Rodriguez Lara calificó en la revista Letras Libres como una oportunidad que “implica sentarse en la mesa de los grandes y participar en sus dinámicas de poder, lo que puede significar una oportunidad para engrandecerse o un derrotero de tensiones”. Y esa es una consideración inescapable.

Ya en una primera ocasión, en 2003, el entonces presidente Vicente Fox no encontró más salida que literalmente recluírse en un hospital con una oportuna lesión para no responder a llamadas del presidente George W. Bush, que buscaba apoyo para su declaración de guerra contra Irak.

Esa guerra es la que aún continúa y a la que el entonces embajador en Naciones Unidas, Adolfo Aguilar Zinser, se opuso de todas las formas a su alcance. Al final, Bush abandonó la idea de obtener respaldo de la ONU y dio inicio a la guerra que hoy se recrudece.

Trump prometió terminarla, pero ahora…


0 Comentarios

Deja un comentario

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *